estudos internacionais • Belo Horizonte, ISSN 2317-773X, v. 8, n. 3, (set. 2020), p. 28-47
Las relaciones China - Rusia en la era de
la Iniciativa de la Franja y la Ruta: la mutua
adaptación a la asimetría
China-Russia relations in the age of the Belt and Road
INITIATIVE: Mutual adaptation to asymmetry
Relações China - Rússia na era do INICIATIVA do Cinturão e
Rota: adaptação mútua à assimetria
1. Rubén Ruiz Ramas es profesor en el
Rubén Ruiz-Ramas1
Departamento de Ciencias Políticas y de
la Administración de la UNED (Madrid,
España). En la actualidad es vicedecano
de Relaciones Internacionales y Eras-
mus de la Facultad de Ciencias Políticas
DOI: 10.5752/P.2317-773X.2020v8.n3.p28
y Sociología de la UNED. Anteriormente
ha sido investigador senior en la Escue-
la de Estudios Internacionales de la Sun
Recibido el 29 de noviembre de 2019
Yat-sen University (Cantón, China), e
Aprobado el 30 de marzo de 2020
investigador asociado en el Departa-
mento de Política Internacional de la
City University of London. Ruiz-Ramas
es Licenciado en Historia por la Univer-
sidad de Zaragoza, Diploma en Estudios
RESUMEN
Políticos y Constitucionales en el Centro
El artículo analiza la naturaleza y alcance de las relaciones entre China y Rusia
de Estudios Políticos y Constitucionales
(CEPC), Diploma de Estudios Avanzados
en la era de la Franja y la Ruta, coincidente en el tiempo con el lanzamiento de
en Ciencia Política dentro del programa
la Unión Económica Euroasiática. Las principales conclusiones del estudio son
“Procesos políticos en Europa del Este y
tres. Por un lado, la voluntad de hacer progresar la “asociación estratégica” de
Antigua Unión Soviética” de la UNED, y
gobernantes chinos y rusos, y en paralelo, de minimizar las fuentes de conflicto,
finalmente, doctor en Ciencias Políticas
han devenido en un avance sustancial de su cooperación, aplicable tanto a acuer-
y de la Administración (Premio Extra-
dos bilaterales como regionales. Por otro lado, persiste un fuerte desequilibrio
ordinario de Doctorado). https://orcid.
entre el contenido de estos acuerdos y la retórica con que, especialmente Rusia,
org/0000-0003-1100-1132
proyecta sus relaciones con China. La tercera conclusión pasa por evidenciar
que la creciente asimetría entre China y Rusia no ha imposibilitado profundizar
su “asociación estratégica”. Un resultado favorecido por la mutua adaptación de
China y Rusia a una relación asimétrica entre dos estados con identidad de gran
potencia. Así, la dinámica de sus relaciones advierte un intercambio tácito por el
que Rusia asume que es China quien determina la política económica y comer-
cial de la integración euroasiática; mientras China se aclimata a las exigencias
narrativas de Rusia para sostener su relato de liderazgo político en Eurasia.
Palabras clave: Relaciones chino-rusas. China. Rusia. Iniciativa de la Franja y la
Ruta. Unión Económica Euroasiática.
ABSTRACT
This article analyses China-Russia relations since the launch of China’s Belt and
Road Initiative (BRI) regarding bilateral relations and the coordination of the
BRI and the Eurasian Economic Union (EEU) led by Russia. This study draws
three main conclusions. First, both Chinese and Russian leadership have made
efforts to advance the relationship between their countries and to minimise the
potential sources of conflict, which has led to real progress in the strategic asso-
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Rubén Ruiz-Ramas Las relaciones China- Rusia en la era de la Iniciativa de la Franja y la Ruta: la mutua adaptación a la asimetría
ciation reaching not only bilateral but also regional cooperation. Second, there
is still a strong imbalance between the actual content of the agreements and the
rhetoric employed, particularly in Russia, to project this relationship. Third, a
growing asymmetry has not prevented the deepening of the strategic associa-
tion. There has been a mutual adaptation to an asymmetric relationship. Russia
has accepted that China determines the economic and commercial nature of
the Eurasian integration, whereas China has adapted to Russian narratives and
requirements to keep alive its role of political leadership in Eurasia.
Keywords: Sino-Russian Relations. China. Russia. Belt and Road Initiative.
Eurasian Economic Union.
Resumo
Este artigo analisa as relações China-Rússia desde o lançamento da Iniciativa
do Cinturão e Rota (ICR) daChina em relação às relações bilaterais e à coor-
denação do ICR e da União Econômica da Eurásia (EEU) liderada pela Rússia.
Este estudo tira três conclusões principais. Em primeiro lugar, tanto a liderança
chinesa quanto a russa têm feito esforços para promover o relacionamento
entre seus países e minimizar as potenciais fontes de conflito, o que levou a um
progresso real na associação estratégica, alcançando não apenas a cooperação
bilateral, mas também regional. Em segundo lugar, ainda há um forte desequilí-
brio entre o conteúdo real dos acordos e a retórica empregada, especialmente na
Rússia, para projetar essa relação. Terceiro, uma crescente assimetria não impe-
diu o aprofundamento da associação estratégica. Houve uma adaptação mútua
a uma relação assimétrica. A Rússia aceitou que a China determina a natureza
econômica e comercial da integração da Eurásia, enquanto a China se adaptou
às narrativas e aos requisitos russos para manter vivo seu papel de liderança
política na Eurásia.
Palavras-chave: Relações sino-russas. China. Rússia. Iniciativa do Cinturão e
Rota. União Econômica da Eurásia.
Introducción
En el debate sobre las relaciones entre China y Rusia, y en parti-
cular, acerca del alcance potencial de su asociación estratégica, la obra
de Bobo Lo (2008; 2017) y su concepto de eje de conveniencia es una
inevitable referencia. El escepticismo del autor respecto a la naturaleza y
sostenibilidad de la asociación estratégica entre las dos grandes potencias
descansa en tres elementos: la existencia de intereses contrapuestos en
el estricto ámbito bilateral, pero también entre los proyectos de integra-
ción regional liderados por China y Rusia; la divergencia en el diseño del
futuro orden internacional llamado a sustituir el momento unipolar
(KRAUTHAMMER, 1990) de supremacía estadounidense; y por último,
la creciente asimetría entre China y Rusia en rminos económicos, ex-
tensible, salvo en el terreno militar, al resto de capacidades estructurales.
Este artículo parte de una revisión del debate sobre las relaciones
China-Rusia fundada en los tres aspectos arriba mencionados. A conti-
nuación, operando desde ellos, se analizan las relaciones China - Rusia
desde el lanzamiento por China en 2013 de la Iniciativa de la Franja y la
Ruta (IFR), tanto en lo respectivo a los acuerdos bilaterales, como en la
coordinación de la IFR con la Unión Económica Euroastica (UEE) en-
29
estudos internacionais • Belo Horizonte, ISSN 2317-773X, v. 8, n. 3, (set. 2020), p. 28-47
cabezada por Rusia. Una etapa en las relaciones chino-rusas influida por
el deterioro de las relaciones entre Rusia y Occidente a raíz de la crisis de
Ucrania, el cual aceleró el previamente activado Pivot to Asia ruso. Este
hecho, sin duda, afectó al enfoque del Kremlin, inicialmente escéptico,
respecto al papel de Rusia en la IFR. No obstante, la crisis no solo ha pro-
visto incentivos a Rusia para modelar su relación con China. “Ucrania”
situó a Moscú ante la urgencia de sumar socios financieros y comerciales
alternativos a Occidente, viéndose acuciada a adaptarse a las exigencias
chinas en una relación económica asimétrica. Pero, en paralelo, el con-
flicto ha evidenciado que Rusia puede sostener en el tiempo una relación
económica asimétrica, también la suya con Occidente lo es, pero no así
la percepción de ser minusvalorada políticamente como actor regional y
global hasta ver amenazada su seguridad. China es tras “Ucrania” más
consciente de ello, produciéndose unamutua adaptación a la asimetría al
compatibilizar la asertividad en defensa de sus intereses económicos, con
la conformidad ante las condiciones impuestas por la derzhavnost rusa,
esto es, su identidad de gran potencia.
En cuanto a la estructura de este artículo, tras la introducción se
expone el debate acamico sobre la naturaleza y alcance de las relacio-
nes China-Rusia partiendo de una revisión crítica de la obra de Bobo Lo
(2008; 2017). A continuación, en el tercer epígrafe, se analizan el origen y
primer desarrollo de las relaciones China - Rusia. En el cuarto egrafe,
se examinan las relaciones entre China y Rusia desde el lanzamiento por
China de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) coincidente con la crisis
de Ucrania, en lo respectivo a los acuerdos bilaterales. En el quinto, y úl-
timo apartado previo a las conclusiones, se analiza la coordinación de la
IFR con la Unión Económica Euroastica (UEE) liderada por Rusia.
El debate sobre la naturaleza y alcance de las relaciones entre China y Rusia
Las relaciones entre China y Rusia, y en particular el alcance po-
tencial del acercamiento en ellas, plantean un debate que cuenta ya con
un desarrollo amplio en la literatura acamica. Un punto de anclaje en
el seno de ese debate, generador de ltiples discusiones posteriores,
lo estableció Bobo Lo ya en 2008 con su concepto de eje de convenien-
cia” [Axis of Convenience]. El autor exponía así su escepticismo respecto
a la verdadera naturaleza y durabilidad de la asociación estratégica en-
tre las dos grandes potencias (LO, 2008). Aun cuando el objetivo fuera
refutarlas, tres nociones de la aportación neorrealista inicial de Lo han
permanecido como ineludibles en su abordaje por los estudios sobre las
relaciones chino-rusas. En primer lugar, Lo destacaba aspectos esencia-
les de la relación bilateral en los que Rusia y China divergían, tanto
en rminos de intereses las consecuencias para la estrategia rusa
en Asia-Pacífico de la creciente asertividad china o el choque de ambas
potencias en Asia Central o de coordinación en sus distintos proyec-
tos de integración regionales donde se solapan zonas de influencia. Una
oposición de carácter estructural que en opinión del autor dificultaría
invertir el clima histórico de desconfianza en el que las relaciones entre
China y Rusia se han desarrollado.
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Rubén Ruiz-Ramas Las relaciones China- Rusia en la era de la Iniciativa de la Franja y la Ruta: la mutua adaptación a la asimetría
La segunda de esas ideas fuerza es que la asociación se sustenta-
ba en los beneficios que ofrece la cooperación en una coyuntura inter-
nacional específica: la de un orden internacional cuyas instituciones de
gobernanza global retienen lo fundamental del diseño original otorgado
por Occidente; y en el que la gestión de los Estados Unidos (EE.UU). de
su supremacía, inclinada al unilateralismo, era percibida como una ame-
naza por ambas potencias. En la medida en que tanto para Rusia como
para China los EE.UU. seguían siendo un socio preferencial, su propio
acercamiento tenía cimientos frágiles. Además, diferían, según Lo, en el
diseño del orden internacional llamado a sustituir lo que Krauthammer
(1990) denominó el “momento unipolar”. Según el autor, a pesar del dis-
curso oficial chino y ruso en favor del multipolarismo, la expectativa de
Vladímir Putin era tender hacia un “tripolarismo”, mientras el punto fo-
cal de China no era otro que el bipolarismo. La última de esas tres ideas
principales es la progresiva asimetría entre China y Rusia en términos
económicos, extendida, salvo en lomilitar, al resto de capacidades estruc-
turales. Este desequilibrio más pronto que tarde afectará, en opinión de
Lo, la estabilidad de la asociación estratégica producto de una previsible
negativa de Rusia a contentarse con ser un “socio junior”.
En posteriores trabajos el propio Bobo Lo ha mitigado el grado de
escepticismo acerca del alcance de las relaciones entre China y Rusia. El
autor reconoce el avance de importantes acuerdos de cooperación, si bien
mantiene sus dudas, empleando el término de “asociación de convenien-
cia”, sobre la coincidencia de intereses a largo plazo más allá de contrar-
restar la hegemonía de los EE.UU. y su influencia global (LO, 2017).
A continuación se desarrolla una síntesis del debate internacional,
sin ánimo de exhaustividad, sobre las relaciones chino-rusas vertebrado
en torno a los tres elementos adelantados por Lo (2008). En relación con
la oposición de intereses bilaterales o regional-geopolíticos entre China y
Rusia, permanecen vigentes enfoques que entienden que esas contradic-
ciones antes o después supondrán un freno en la asociación estratégica
entre China y Rusia (BUSZYNSKI, 2010; CARLSSON et al., 2016; FREE-
MAN, 2018; WATTS et al., 2016; YUJUN, 2014). El núcleo potencial de ma-
yor tensión sigue siendo Asia Central, como un área en la que se solapan
intereses y expectativas de influencia de ambas potencias. No obstante,
algunos de los autores escépticos destacan elementos de avance en la coo-
peración, como Watts et al. (2016) en el ámbito militar, o Freeman (2018)
en el de la energía.
Otro grupo de autores interpretan, por el contrario, que se tiende
a exagerar las fuentes de rivalidad entre China y Rusia (DIESSEN, 2017).
Entre ellos, sobresalen investigadores influyentes en sus respectivos p-
ses a nivel acamico y político como Serguei Karaganov (2018), Alexan-
der Lukin (2016a, 2016b, 2018) en Rusia; y Zhang Wenmu (2012) o Yan
Xuetong (XUETONG, 2012, citado también en Kazak 2017 y Lukin 2018).
Lukin (2018, p. 163-169) habla directamente de dos mitos en este sentido:
el de la amenaza de la expansión demográfica china, en particular en el
Lejano Oriente Ruso, y el de la competición por influencia en Asia Cen-
tral. Aunque este grupo de autores también reconocen la existencia de
terrenos de potencial desacuerdo, llaman a no confundir la competición
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estudos internacionais • Belo Horizonte, ISSN 2317-773X, v. 8, n. 3, (set. 2020), p. 28-47
económica, o las diferencias que no implican una amenaza, con la rivali-
dad geopolítica. Un tercer conjunto de especialistas, sin negar la presencia
de áreas de eventual disenso en las que los intereses de Rusia y China di-
fícilmente podrán coincidir, entiende que no comprometen per se la aso-
ciación estratégica ni la relevancia de su contenido (KACZMARSKI, 2015;
KUHRT, 2014; 2018; WISHNICK, 2017).
En cuanto a las perspectivas rusa y china de evolución del orden
internacional y de su estructura de gobernanza global, la hipótesis de
Lo (2008) del eje de conveniencia, o su versión actualizada de asocia-
ción de conveniencia (Lo, 2017), retiene el apoyo de parte de los espe-
cialistas (BUSZYNSKI, 2010; KEDI, 2016; WATTS et al., 2016). El propio
Dmitri Trenin, director del Carnegie Moscow Center, y uno de los más
reputados liberales rusos en el ámbito de las Relaciones Internacionales,
exponía con anterioridad a la crisis de Ucrania argumentos en esta línea
al entender que tanto Moscú como Pekín carecían de estrategias de largo
rmino que pudieran mantener los vínculos requeridos por una relación
estable (TRENIN, 2012).
Tras Ucrania, y a la luz de sus consecuencias y de las iniciativas de
fortalecimiento de las relaciones chino-rusas los planteamientos de Tre-
nin (2015; 2018) cambiaron sustancialmente. En palabras del autor: lo
que fue originalmente un matrimonio de conveniencia con Pekín se ha
convertido en una asociación mucho más estrecha que incluye coopera-
ción en el comercio de energía, desarrollo de infraestructuras y defensa,
si bien, esto no presagia un nuevo bloque chino-ruso (TRENIN, 2015,
p. 1). La persistencia de la presión de los EE.UU. sobre ambas potencias,
y en particular la vuelta de turca del pulso a China a partir de 2017 con
su designación oficial como rival estratégico, contribuyen a solidificar
la asociación estratégica (TRENIN, 2018). Con los matices introducidos
por cada autor, esos tres criterios son los predominantes en la literatura:
la profundización en el contenido de la asociación estratégica, una visión
común de la escena internacional y de sus amenazas por parte de Rusia
y China, todo ello unido a la salvaguarda de ver improbable el ascenso
de la relación al nivel de la alianza (BOLT; CROSS, 2018; BORDACHEV,
2016; CHASE et al., 2017; COX, 2016; GARVER, 2016; GELB; SIMES, 2013;
LUKIN, 2018; ROZMAN, 2010; STOKES, 2017; WISHNICK, 2017). Au-
tores como Rozman (2010), o Michael Cox (2016), alertan del error que
puede suponer para los EE.UU. y la UE esperar que la hipótesis del eje
de conveniencia se verifique. China y Rusia habrían adquirido identi-
dades paralelas (ROZMAN, 2010) en la posguerra fría y hoy serían dos
potencias iliberales con ninn interés en sostener el actual orden liberal
internacional (COX, 2016, p. 1). Muchos de los estos especialistas hacen
una referencia expresa al concepto acuñado por Lo (2008) para refutarlo,
pero es Wishnick (2017) quien mejor condensa la nueva realidad al hablar
de una asociación de consecuencias, relevantes cabría añadir. Finalmen-
te, aun cuando la anterior es la perspectiva más establecida, hay auto-
res que consideran existen mimbres para alumbrar una alianza omni-
comprensiva entre Rusia y China (DIESSEN, 2017; KARAGANOV, 2018;
MARTYNUK, 2014; SUSLOV, 2018; XUETONG, 2012, citado en KAZAK,
2017 y en LUKIN 2018; WENMU, 2012).
32
Rubén Ruiz-Ramas Las relaciones China- Rusia en la era de la Iniciativa de la Franja y la Ruta: la mutua adaptación a la asimetría
Respecto a la asimetría entre China y Rusia, y sus consecuencias,
las aportaciones de los autores se pueden dividir en tres grupos. Uno pri-
mero se adhiere al escepticismo del autor australiano (BORDACHEV,
2017; BUSZYNSKI, 2010; CHASE et al., 2017; LARIN, 2014; WATTS et al.,
2016; YUJUN, 2014). Algunos autores chinos, como Yujun (2014), conside-
ran aRusia un lastre llamado a limitar las decisiones tácticasmás audaces
que China requiere para constituirse en una superpotencia global. No
obstante, el argumentomayoritario acerca de por qué la asimetría puede
debilitar la asociación entre ambas potencias afecta a Rusia. Una gran po-
tencia que se está mostrando incapaz de frenar el cambio de énfasis chino
en la asociación, desde lo bilateral a las iniciativas regionales y globales.
Un escenario en el que a Rusia le cuesta no caer en un seguidismo donde
la defensa de sus intereses se diluye (BORDACHEV, 2017; LARIN, 2014,
p. 185). Siendo Rusia una gran potencia asertiva en la defensa de sus inte-
reses, la asimetría contribuirá a debilitar la asociación.
En el otro extremo se posicionan varios autores rusos (KARAGA-
NOV, 2018; LUKIN, 2016a, 2016b, 2018). Para ellos, entre Rusia y China no
habría una asimetría de conjunto, a pesar de la superioridad económica
china, ya que Rusia contrarrestaría ésta con su primacía militar y de in-
fluencia política global. Desde su perspectiva, en rminos bilaterales, es
prematuro situar el acento en la asimetría, pues lo correcto sería hablar de
complementariedad, la cual además contribuye a cementar la asociación.
La tendencia más asentada en este debate reafirma la existencia de
asimetría entre Rusia y China, pero subraya cómo la adaptabilidad a esa
situación, principalmente de Moscú, pero asistido por gestos de Pekín,
por el momento, no ha impedido profundizar en la asociación estratégi-
ca (BELLACQUA, 2010; KACZMARSKI, 2015; KUHRT, 2018; TRENIN,
2015; XUETONG, 2012; XUETONG citado en KAZAK 2012 y en LUKIN
2018; ZIEGLER, 2010). Cierto es que los postulados incorporan matices.
Kaczmarski (2015), considera que, precisamente, la asimetría impregna las
relaciones chino-rusas y explica en buena medida su dinámica, así como
alimenta el crecimiento de ésta. A mayor asimetría, mayor dependencia
rusa (BELLACQUA, 2010; ZIEGLER, 2010), la cual, no obstante, ayuda a
entender decisiones rusas para profundizar la asociación estratégica, no
para disminuirla. Kuhrt (2018) se suma a esa corriente con cautela, advir-
tiendo que la asimetría puede provocar problemas a medio plazo si no se
mantiene la voluntad de adaptación pragmática que se han demostrado
mutuamente Rusia y China. Trenin (2015), por su parte, se distancia de
Kaczmarski (2015) al afirmar contundentemente que Rusia no será domi-
nada por China. A pesar de la asimetría, el Kremlin sabrá articular una
relación especial con su socio de mutuo beneficio. El planteamiento de
Yan Xuetong (2012; citado en Kazak, 2017, y en Lukin, 2018) es más par-
ticular, pues identifica la asimetría hasta el punto de defender una orien-
tación bipolar del orden mundial, con los EE.UU. y China como únicas
superpotencias, juzga que la asociación estratégica entre Rusia y China
avanza a buen ritmo y debería escalar al grado de alianza.
Antes de cerrar el epígrafe conviene clarificar que existe una po-
sición oficial de cada una de las dos grandes potencias para cada uno de
estos debates exceptuando, por motivos obvios de prudencia, el de la asi-
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estudos internacionais • Belo Horizonte, ISSN 2317-773X, v. 8, n. 3, (set. 2020), p. 28-47
metría. Fu Ying, entonces viceministro de Asuntos Exteriores de China
y hoy a cargo del Comi de Asuntos Exteriores de la Asamblea Popular
Nacional de China, expuso a principios de 2016 en un artículo en Foreign
Affairs la visión de China que, en lo esencial, sería aplicable a la rusa. El
título con el que presentó su texto a las audiencias occidentales era explí-
cito en cuanto a su intencionalidad: How China Sees Russia: Beijing and
Moscow are close, but not allies. El diplomático chino, rechazando de par-
tida la idea de una alianza frente a Occidente, interpelaba directamente
a Bobo Lo (2008; 2017) de la siguiente manera: La relación chino-rusa es
una asociación estratégica estable y de ninn modo un matrimonio de
conveniencia: es compleja, robusta y fuertemente enraizada. Los cambios
en las relaciones internacionales desde el fin de la Guerra Fría solo han
acercado más a los dos pses (YING, 2016, p. 96).
Origen y primer desarrollo de la “asociación estratégica” entre China y Rusia
Entre 1992 y 1996, el enfoque de Andréi Kozyrev al frente del Mi-
nisterio de Asuntos Exteriores de Rusia se orientó hacia su integración en
Occidente, lo cual conlle en paralelo la consideración de China en un
segundo plano. Un planteamiento con consecuencias tanto en la interpre-
tación del nuevo orden internacional, por la minusvaloración de China
en su condición de gran potencia, como en las relaciones bilaterales, desa-
tendiendo la línea roja que para Pekín supone las relaciones entre terceros
pses y Taiwán (KUHRT, 2007, p. 9; LUKIN, 2018, p. 96-102). La llegada
de Yevgeni Primakov al cargo de ministro de Asuntos Exteriores impulsó
un enfoque multivectorial de política exterior. Esencia de la conocida
como “Doctrina Primakov, el multivectorialismo suponía que Rusia,
manteniendo como prioritarias las relaciones con Occidente, se abría a un
acercamiento a los demás polos de poder, dentro de una interpretación
del sistema internacional ya entonces como multipolar. Ya en 1997, Boris
Yeltsin y Jiang Zemin firmarían el documento fundacional de esa nueva
relación: la “Declaración conjunta sobre un mundo multipolar y el estab-
lecimiento de un nuevo orden internacional. Una propuesta glosada de
conceptos asociados con la versión westfaliana del Derecho Internacional
como los principios de respeto mutuo, soberanía e integridad territo-
rial, no agresión, no injerencia en asuntos internos , acompañados del
énfasis ruso en la multipolaridad y los mantras chinos de mutuo beneficio
y coexistencia pacífica (MORALES, 2017, p. 81).
El último periodo de Jiang Zemin como mandatario chino coin-
cidió con la llegada de Putin a la presidencia rusa, y en él se firmaron
nuevos acuerdos con la intención de, gradualmente, dotar de contenido
al acercamiento chino-ruso y generar confianza mutua. Bajo esa pers-
pectiva el documento base es el “Tratado de Buena Vecindad, Amistad
y Cooperación de julio de 2001, que establecía una asociación equitati-
va basada en la confianza y la cooperación estratégica, limitada a ciertos
asuntos de interés común (MORALES, 2017, p. 81-82). El tratado, todavía
vigente, proporcionó el cuerpo normativo de la cooperación bilateral e
internacional sobre el que se ha construido la relación chino-rusa exis-
tente hoy. Pero si bien es cierto que el marco de asociación estratégica
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Rubén Ruiz-Ramas Las relaciones China- Rusia en la era de la Iniciativa de la Franja y la Ruta: la mutua adaptación a la asimetría
comenzó a tomar contenido, proyectando almundo un compromiso para
su estabilización, todavía permanece distante de las obligaciones y debe-
res que implican una alianza económica, política o militar.
Los años transcurridos entre el tratado de 2001 y el inicio de la
Gran recesión global en 2008, fueron cursos tanto de un fuerte cre-
cimiento económico como de un avance en el posicionamiento global
de Rusia y China. En el ámbito internacional las dos grandes potencias
protagonizaron conjuntamente los lanzamientos de la Organización para
la Cooperación de Shanghái y del grupo de los BRICS. A pesar de que el
apoyo ruso a los EE.UU. en Afganistán preocupó a China, la interacción
chino-rusa se desarrolló en un marco de rechazo mutuo a la acción exte-
2. Sobresalen la celebración de diversos
rior de los EE.UU. la invasión de Irak, las crisis nucleares en la penínsu-
programas para dedicar un año de
actividades para el conocimiento mutuo:
la de Corea en 2002-2003 y 2009, o en las Revoluciones de colores en el
2004 fue el “ ño de la amistad entre
espacio postsoviético (DE ANDS; RUIZ-RAMAS, 2016) . Asimismo,
la juventud”, 2006 el “ ño de Rusia
fue un periodo en el que, reteniendo siempre evidentes dosis de pragma-
en China”, 2007 el “ ño de China en
Rusia”, 2009 el “ ño de la lengua rusa
tismo y búsqueda del beneficio directo para cada socio, se experimentó
en China, y 2010 el “
ño de la lengua
un marcado progreso en la cooperación bilateral. Se dieron pasos y acuer-
china en Rusia”.
dos de calado como los que pusieron fin a las disputas fronterizas en el
Lejano Oriente Ruso o la celebración de las primeras maniobras militares
conjuntas. Sin embargo, especialmente destacó el incremento de iniciati-
vas para fomentar el conocimiento y la confianza mutuas2.
La “Gran recesión global” actuó como catalizador de lo que se pue-
de considerar como un primer ensayo del Pivot to Asia [Povorot k Azii] de
Rusia. En 2009, los entonces presidentes Dmitri Medvedev y Hu Jintao se
reunieron en seis ocasiones, firmándose nuevos acuerdos de cooperación
energética y de seguridad — de especial calado el de septiembre de 2010
para “combatir el terrorismo, el separatismo y el extremismo”—. A pesar
de ello, China no sobresalió en su asistencia financiera a Rusia, prefirien-
do mantener los términos de cooperación económica en el intercambio
comercial, y desviar en todo caso el diseño de alternativas financieras
a los proyectos internacionales comunes como el grupo de los BRICS
(STUENKEL, 2013).
Con Putin de nuevo en la presidencia, el lugar y momento de pre-
sentar al mundo el Pivot to Asia no podía atesorar mayor simbolismo: el
Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC por sus siglas en
inglés) de 2012 celebrado en la principal ciudad del Lejano Oriente Ruso,
Vladivostok. A solo dos meses de haber renovado Putin y Hu Jintao los
términos de su asociación estratégica y un año después de que Barack
Obama ejerciendo de anfitrión en la edición de 2011 en Honolulu expu-
siera el contenido de su Pivot to Asia. Vladivostok 2012 fue un acto con
profundas aspiraciones performativas para situar a Rusia como potencia
euroasiática con autonomía estratégica hacia EE.UU. y China y capacidad
de liderazgo en Asia-Pacífico. Sin embargo, durante el siguiente año, la re-
tórica del Pivot to Asia ruso en Vladivostok no fue acompañada de manera
acorde por nuevos proyectos de cooperación económica con los países de
la APEC. La nueva política hacia Asia se mantuvo presente en los docu-
mentos y declaraciones que marcan la posición oficial rusa en materia de
política exterior, comenzando por el más relevante de todos, el Concepto
de Política Exterior aprobado en febrero de 2013. No obstante, en aquel
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estudos internacionais • Belo Horizonte, ISSN 2317-773X, v. 8, n. 3, (set. 2020), p. 28-47
periodo incluso perfiles cercanos al oficialismo del Kremlin y favorables
al Pivot to Asia ruso, como el de Fiodor Lukianov, reconocían que era toda-
vía incierto y los pasos dados “un ritual, simbólicos” (LUKIANOV, 2013).
La primera puesta en escena del Povorot k Azii evidenció, como nunca an-
tes en las relaciones postsoviéticas entre Rusia y Asia-Pacífico, o más espe-
cíficamente con China, el desequilibrio entre la pompa y las aspiraciones
políticas frente a lo sustancial de los acuerdos alcanzados. Rompía a su
vez con la concertación y coordinación entre Rusia y China de un cierto
gradualismo en el ritmo de sus relaciones.Una dinámica de progreso con-
tenido, en la que la promoción de la confianzamutua era en sí un valor,
pero que dificultaba verificar o refutar de forma contundente las hipótesis
esenciales en el debate académico sobre las relaciones ruso-chinas.
Las relaciones y acuerdos bilaterales entre China y Rusia en la era del
IFR y la crisis de Ucrania
En otoño de 2013 coincidió la presentación oficial de la IFR con
el inicio de las protestas del Maidán en Kiev que derivaron en la crisis
de Ucrania, la cual ha acelerado la acción exterior rusa hacia Asia, y en
particular su acercamiento a China. El deterioro de las relaciones con
Occidente, la mutua imposición de sanciones, unido a los problemas de
desarrollo y modernización de la economía rusa, alzaron la relevancia
estratégica que Pekín poseía para Moscú. La primavera de 2014 marcó un
punto sin retorno, vigente hasta la fecha, en las relaciones entre Occiden-
te y Rusia. Tras la firma el 18 de marzo de los acuerdos de adhesión a la
Federación de Rusia de la República de Crimea y la ciudad de Sebastopol,
entre abril y junio acontecía la primera fase de la guerra del Donbass, un
periodo de expansión de las milicias rebeldes apoyadas por Rusia en las
regiones de Donetsk y Lugansk. En paralelo, junto a otros mecanismos
de apoyo a las nuevas autoridades ucranianas, los EE.UU. y la UE res-
pondían a la anexión de Crimea con la primera ronda de imposición de
sanciones (RUIZ-RAMAS; MORALES, 2016, p. 127-155). En ese contexto,
en los días 19 y 20 de mayo, Putin y Xi Jinping se reunieron en Shanghái
en una cumbre previamente programada para tratar acuerdos bilaterales.
El encuentro quedó fagocitado por la agenda internacional y Rusia lo pre-
sentó como el auntico arranque del Pivot to Asia.
Rusia llegaba a la cumbre bilateral con la necesidad política de exhi-
bir socios alternativos que acentuasen su independencia estratégica. Para
lo cual debía dar salida a acuerdos relevantes de ámbito económico y co-
mercial. La principal negociación, y la que marcaría el éxito o fracaso
de la reunión, afectaba al sector energético. Un macrocontrato entre las
principales empresas energéticas de cada país, Gazprom y China Natio-
nal Pretroleum Corporation (CNPC), ambas de titularidad pública, para
suministrar gas natural ruso a China durante treinta años por valor de
400.000 millones de dólares. Tras una primera jornada marcada por el
rechazo a las condiciones de la parte rusa, largamente negociadas en los
años previos, China conseguía una reducción del precio del 14%. Más
importante aún es que China consiguió reproducir con Rusia, salvando
igualmente reticencias de años, el modus operandi habitual de sus grandes
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Rubén Ruiz-Ramas Las relaciones China- Rusia en la era de la Iniciativa de la Franja y la Ruta: la mutua adaptación a la asimetría
corporaciones en proyectos desarrollistas en el extranjero: tomar el con-
trol de la construcción de las infraestructuras y que éstas se sufraguen
con deuda china. En esta ocasión, unos 50.000 millones de dólares servi-
rán para construir el gaseoducto principal y ejecutar los pozos de extrac-
ción en Siberia y el Lejano Oriente Ruso. Meses después, en febrero de
2015, el viceprimer ministro ruso Arkadi Dvorkovich anunció que Rusia
seabría a la venta a compañías chinas de activosen yacimientos estratégi-
cos de gas y petróleo (GORDEYEV, 2015). Desde entonces se han produ-
cido distintas y relevantes operaciones, destacando el posicionamiento de
CNPC en el desarrollo del gas natural licuado ruso, con apoyo financiero
del China’s Silk Road Fund en el proyecto Yamal LNG (FORBES, 2015),
y del Banco de Desarrollo Chino en el futuro Arctic-LNG I y II (LNG
WORLD NEWS, 2017). Un tipo de operaciones que hasta entonces Rusia
había bloqueado a la participación de socios chinos. Para Rusia, la aper-
tura a China del sector energético y de infraestructuras ruso ha sido una
decisión dolorosa, y que en todo momento previo ha tratado de evitar.
Muestra de ello son los documentos de Estrategia de Seguridad Nacional,
que han definido recurrentemente como potenciales amenazas la persis-
tencia del subdesarrollo de Siberia y el Lejano Oriente Ruso, la dependen-
cia de las exportaciones dematerias primas y la pérdida del control sobre
sus recursos naturales.
Los acuerdos en el sector de la energía son útiles para identificar
cinco patrones presentes en los acuerdos bilaterales entre China y Rusia
en la era de la IFR tras la crisis de Ucrania. En primer lugar, en los secto-
res tradicionales de intercambio y cooperación comercial el ritmo de los
acuerdos, y la envergadura de su contenido, se ha visto incrementado.
Se ha hablado del gas, pero siendo las exportaciones de petróleo las prin-
cipales en la cartera rusa hacia China, cabe destacar que, desde que en
2015 superase a Arabia Saudí, Rusia es el mayor proveedor de petróleo del
mercado chino. Siendo cierto lo anterior, como segundo patrón, se ha de
reiterar que mucha de la solemnidad comercial refiere en realidad a con-
venios no vinculantes, que incluyen directivas cuyos criterios de imple-
mentación son vagos y prolongados en el tiempo. En la cumbre de mayo
de 2014 se firmaron otros cuarenta y seis acuerdos y memorandos, si bien
la mayor parte de ellos no eran vinculantes. Al margen del macrocontrato
de gas “los resultados económicos de la cumbre fueron en el mejor de los
casos modestos” (GABUEV, 2014).
En tercer lugar, en no pocos contratos de calado la urgencia rusa
en la mesa de negociaciones se ha traducido en el traspaso de líneas rojas
previas. En una coyuntura en la que los efectos de la asimetría entre es-
tas potencias se ven amplificados,Rusia ha accedido a los requerimientos
sectoriales chinos. A los ejemplos en la industria de la energía se le suman
varios en otro sector estratégico como es el de la venta de armas y equi-
pamiento bélico. Tradicionalmente, dentro del mercado asiático, Rusia
vendía su más avanzada tecnología exclusivamente a la India. Una políti-
ca que conscientemente desplazaba a China del equipamiento de última
generación, y defendida por Putin aun en 2013 (BLANK, 2013). Única-
mente tras la crisis de Ucrania Rusia aceptó vender a China la tecnolo-
gía más sofisticada, a pesar de temer por las consecuencias de que China
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pudiera aplicar ingeniería inversa y replicar sus avances. En el otoño de
2014 se firmó un contrato para vender a China sistemas de misiles tierra
aire S-400 cuyo valor se estimó en 1.900 millones de dólares. En 2015,
Rusia también accedió a la la entrega de veinticuatro cazas Sujoi Su-35
que se han ido entregando a partir de 2017. El cambio en la política de
ventas es difícil de argumentar desde un enfoque puramente económi-
co. El mercado asiático es casi tan nuclear para el sector armamentístico
ruso, concentrándose allí el 70% de su exportación; como el sector lo es
para elmercado asiático, aglutinando un 43% de las armas importadas en
la región (CONNOLLY; SENDSTAD, 2017, p. 11). Siendo así, los nuevos
contratos no introducen otro elemento diferencial que soliviantar a otros
socios tradicionales como, en particular, la India. La cesión rusa se com-
prende mejor si se integra en un marco de relaciones, con contrapresta-
ciones cruzadas, en el que se quiere impulsar un salto cualitativo.
En relación con este último detalle figura el cuarto de los patrones
presentes en los acuerdos bilaterales entre Rusia y China tras la crisis de
Ucrania. Mientras Chinamantiene una estricta preocupación por los con-
tenidos y términos de cada acuerdo, Rusia asume concesiones contrac-
tuales, pero en compensación capitaliza en mayor medida la dimensión
política del vigor en la asociación estratégica.
Como última pauta, se ha de constatar que, ni en la actualidad, ni
en un plazo razonable que quepa recoger en un trabajo acamico, cífrese
en veinte años, China puede sustituir a la UE como principal socio co-
mercial de Rusia, ni a Occidente en general como socio inversor, sin que
los intereses rusos se vean intensamente dañados. Regresando al sector
del gas natural, China solo recibe un 25% del volumen que Rusia sumi-
nistra a la UE. Además, el proyectado crecimiento del suministro chino
no implica que no ocurra lo propio en el suministro hacia la UE, donde
se debate todavía el North Stream-2, y el porcentaje de gas ruso en el pool
europeo se ha incrementado desde el 30% al 37% desde la anexión de
Crimea. Con toda la infraestructura gasística apuntando hacia Europa, y
contando el mercado astico con más competidores, actores relevantes
del sector ruso tienen claro que diversificar no es sinónimo de reorientar.
Siendo Rusia dependiente de sus exportaciones de materias primas,
principalmente hidrocarburos, es lógico que lo que ocurre en el sector
gasístico encuentre reflejo en las cifras del comercio en su conjunto. El
volumen en euros de los flujos comerciales entre la UE y Rusia comenza-
ron un descenso acusado en 2012 y se mantuvieron hasta 2016. Es decir,
comenzaron antes de la crisis de Ucrania y la imposición de sanciones y se
han comenzado a revertir antes de que éstas se eliminen. En los cursos de
2017 y 2018 Se ha dado un crecimiento sostenido de en torno al 20% en las
exportaciones rusas a la UE y de un 7.5% en sentido inverso (THOMAS,
2018). Para la UE, Rusia sigue siendo el tercer destino mundial para sus
exportaciones, pero la UE es el primero para Rusia. En el mismo periodo,
China se ha consolidado como segundo socio comercial de Rusia solo por
detrás de la UE. Pero la evolución del tráfico comercial no ha sido la pro-
yectada en los memorandos firmados por sus gobernantes. Ya en junio de
2011, Hu Jintao y Medvedev acordaron en Moscú aumentar el comercio
bilateral a 100.000 millones de dólares en 2015 y 200.000 en 2020. El pri-
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Rubén Ruiz-Ramas Las relaciones China- Rusia en la era de la Iniciativa de la Franja y la Ruta: la mutua adaptación a la asimetría
mer objetivo no se cumplió, e implicó que Putin y Xi volvieran a fijar el
umbral de 100.000 millones como novedoso para diferentes anualidades.
Según las estimaciones, la cifra psicológica se habría alcanzado en 2018,
siendo prácticamente imposible doblar ese volumen en 2020. La acelera-
ción del Pivot to Asia a causa de la crisis en Ucrania no habría tenido toda-
vía un impacto apreciable en el comercio ruso-chino. La tendencia de cre-
cimiento del comercio bilateral precisamente se estancó en 2014, cuyas
cuotas solo se recuperaron en 2018 (LUKIN, 2018, p.142-145). Tanto en los
flujos comerciales hacia la UE como hacia China, las causas de los altiba-
jos son variadas, y salvo en sectores específicos, como las exportaciones
alimentarias hacia Rusia, el impacto de las sanciones y el Povorot k Azii son
difíciles de medir. Se requieren análisis con una serie temporal mayor y
que incluyan variables de control tales como las reacciones a las diversas
crisis, globales o específicas, como la desaceleración china en 2015 o las
devaluaciones del rublo; las variaciones en el precio de los hidrocarburos;
la entrada de Rusia en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en
2012, o la mayor presencia en el conjunto del comercio global de China,
también por ejemplo en la UE.
Pero si había un sector que preocupaba a Rusia a consecuencia de
las sanciones occidentales, y las posibilidades de encontrar sustitutos en
los mercados internacionales, ese era el financiero. El cual es clave tanto
en los flujos de asistencia financiera como en los de la inversión extran-
jera directa. Respecto a la inversión exterior china en Rusia, los analistas
coinciden en que las cifras oficiales chinas y rusas no son fiables. Los datos
del Banco de Rusia exceden a los de la Oficina Nacional de Estadísticas
de China en varias anualidades hasta en veinte veces. La principal ra-
zón es que gran parte de la inversión china en Rusia proviene de capital
que no está situado en China, sino en otras jurisdicciones fiscales, inclui-
dos parsos fiscales (KASHIN, 2017; LUKIN, 2018). Datos desagregados,
recabados en las empresas chinas o por las administraciones regionales
rusas indican que las inversiones desde 2014 han aumentado, teniendo
en cuenta que se venía de niveles muy bajos, pero que se concentran en
el sector de la energía y en sus infraestructuras. E incluso en esos sec-
tores algunas de las inversiones anunciadas más suntuosamente se han
quedado por el camino. Como la venta de un paquete de acciones de la
petrolera Rosneft al conglomerado energético chino CEFC, o el tren de
alta velocidad, denominado Eurasia para unir Pekín y Berlín a través de
Moscú, cuya construcción se ha suspendido tras declararla infructífera
(FINANZ.RU, 2018).
En cuanto a la asistencia financiera, los bancos chinos han estado
muy lejos de proveer el crédito suficiente como para aliviar los efectos de
las sanciones occidentales. Según Zhao Huaseng (2016), “Rusia presionó
enfáticamente para obtener resultados rápidos, esperando el suministro
de amplias cantidades de capital chino (ǥ) Cuando los mercados rusos no
recibieron el esperado volumen de capital chino, los expertos rusos vie-
ron razones políticas tras ello”. En opinión de Zhao no había motivo para
ello, ya que sí se dio un incremento de las inversiones y crédito, pero los
proyectos de gran envergadura tardan en proveer resultados. El autor chi-
no recuerda que en la política exterior china la afinidad política tiene sus
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límites frente al pragmatismo económico: “no es realista esperar que Chi-
na invirtiera ciegamente grandes cantidades sin pensar en el beneficio”.
En una síntesis sujeta a los debates expuestos en el segundo epígra-
fe, la crisis de Ucrania ha estimulado la cooperación bilateral económica
entre Rusia y China, pero solo se puede hablar de un impacto notable
cuantitativo y cualitativo en aquellos sectores en los que China posee
mayor interés. Además, el contexto de la actual fase del Povorot k Azii
ruso, caracterizado por la búsqueda de socios alternativos a Occidente
por Moscú, ha impregnado los términos de los acuerdos. La sobrevenida
necesidad rusa constituye, junto a la capacidad y modernización de sus
economías, otro elemento de asimetría en la relación chino-rusa al debi-
litar su posición en la mesa de negociaciones.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta y la Unión Económica Eurasiática:
acomodar la asimetría
Xi Jinping anunció la IFR en el otoño de 2013, no por casualidad,
en sendas visitas oficiales a Indonesia y Kazajstán. Pocos meses después,
los presidentes de Rusia, Kazajstán y Bielorrusia firmaron el Tratado de la
Unión Económica Eurastica (UEE), el 29 de mayo de 2014, el cual entró
en vigor el primero de enero de 2015. El escenario se prestaba a que los
autores que planteaban que Rusia y China tenían intereses contrapuestos
en Eurasia y Asia Central vieran sus hipótesis confirmadas. Atendiendo
a los objetivos de las dos iniciativas de integración económica en Eurasia,
la competencia chino-rusa podía ser de ardua conciliación. En mayo de
2015, durante una visita oficial de Xi a Putin, se presentó una declaración
conjunta por la que se comunicaba la voluntad de combinar los proyectos,
así como la creación de un mecanismo formal para su coordinación. Un
año después, en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo del
18 y 19 de junio, Putin se refería por vez primera a la propuesta rusa de
gran asociación Euroastica, posteriormente conocida como la Gran
Eurasia. La idea plantea la evolución de la coordinación entre la IFR y la
UEE hacia una fórmula de integración euroastica abanderada por Ru-
sia. Un proyecto ambicioso al que le restan varios estadios de implemen-
tación para ser una realidad objetiva evaluable (RUIZ-RAMAS, 2020, p.
180-184); pero que, en cualquier caso, plantea un viraje vectorial de Ru-
sia desde la Gran Europa Greater Europe, (MORALES, 2020; SAKWA,
2020) al de la Gran Eurasia Greater Eurasia —.
Aunque la IFR fue lanzada meses antes de la firma del Tratado de
la Unión Económica Euroasiática, para entonces el proyecto liderado por
Rusia estaba ya avanzado, con la Unión Aduanera Euroasiática entre Ru-
sia, Kazajstán y Bielorrusia activa desde el 1 de enero de 2010. Más tarde
se sumarían Kirguistán, Tayikistán y Armenia. El proyecto estandarte de
la presidencia de Xi Jinping programa la construcción de infraestructu-
ras para mejorar la conectividad de China con sus mercados y posee dos
componentes principales: la “Franja Económica de la Ruta de la Seda” y la
“Ruta Marítima del Siglo XXI”. A ellas habría que añadir otros programas
de ámbito regional, entre los que aquí cabe destacar la llamada “Ruta
de la Seda sobre hielo” que atravesaría el océano Ártico. El objetivo del
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Rubén Ruiz-Ramas Las relaciones China- Rusia en la era de la Iniciativa de la Franja y la Ruta: la mutua adaptación a la asimetría
diseño tanto de las rutas terrestres como de la marítima es alcanzar el
continente europeo, pero son las dos ramificaciones principales terrestres
las que incorporan a Eurasia como área geográfica esencial en la inicia-
tiva. La IFR proyecta las prioridades y la preferencia de organización de
las relaciones chinas en el espacio euroasiático: liderar la financiación y
construcción de las infraestructuras de transporte; limitar las barreras
al comercio, acomodarse o circunvalar potenciales proyectos de integra-
ción y cooperación económica que pudieran obstaculizar su penetración,
así como bosquejar una formula replicable de cooperación con estados
necesitados de estrategias desarrollistas. Aun cuando incorpora un me-
canismo de financiación multilateral, el Banco Asiático de Inversión en
Infraestructuras — junto a otro enteramente unilateral chino, el Fondo
de la Ruta de la Seda —; la IFR funciona en lo institucional como un vehí-
culo conducido unilateralmente por China en el que se desarrollan pro-
yectos bilaterales entre China y cada uno de los Estados participantes. La
IFR es tácticamente vaga en su definición y por tanto flexible para acoger
como resultado propio cualquier acción bilateral china exterior tenga o
no que ver con las comunicaciones. Pero sea como sea, a la capacidad de
inversión y financiación de China va asociada una ganancia de influencia
política de ámbito regional y bilateral. No obstante, la preocupación pri-
mera china es de índole económica: mantener la apertura de los mercados
exteriores a su expansión económica que permita la exportación de su
sobreproducción y exceso de capitales.
La celeridad con la que fue implementado el proyecto de integra-
ción euroasiático liderado por Rusia — con los establecimientos de la
Unión Aduanera Euroasiática en 2010, el mercado único del Espacio Eco-
nómico Euroasiático en 2012, y la UEE en 2015— evidencia una urgencia
que traspasaba el marco de las necesidades de cooperación económica
mutuas entre los países implicados. Hacia el oeste, Rusia se veía en la
obligación de plantear una alternativa de integración a los estados de la
AsociaciónOriental, tentados por laUE para firmar respectivosAcuerdos
de Asociación. Hacia el este, Rusia recelaba de la penetración económica
de China en Asia Central, intranquilizando sobremanera el escenario de
un proyecto regional chino que desafiase el liderazgo ruso en la Eurasia
postsoviética. La UEE se ha consolidado en una importante estructura
dentro de la política exterior rusa, no solo como un área de libre comercio
sino como un bloque de relevancia geopolítica. No obstante, el progreso
de la UEE se ha visto dificultado por disputas internas — desacuerdos so-
bre la normativa de comercio han derivado en breves guerras comerciales
— y por un escaso impacto exterior al ser ignorada como un socio inte-
gral tanto por la UE como por las principales potencias asiáticas, incluida
China (WOLCZUK; DRAGNEVA, 2017).
En dicho contexto, la primera reacción rusa al anuncio de Xi Jinping
en 2013 del lanzamiento de la IFR fue de cautela (GABUEV, 2017). La
entrada masiva de inversiones y financiación, útil para obtener cambios
normativos de apertura de mercados, amenazaba per se el ya frágil predo-
minio económico ruso en Eurasia. Si además la relación entre la IFR y la
UEE era una de competencia, el liderazgo político regional ruso quedaba
desafiado en el medio plazo. La crisis de Ucrania y sus consecuencias,
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nuevamente, impulsaron un cambio en la predisposición del Kremlin ha-
cia la participación de Rusia en la IFR. El 8 de mayo de 2015, Putin y Xi
firmaban en Moscú la declaración política para alinear la IFR y la UEE
sopryazhenie, traducible también como conjugar o ligar—. El concepto
posee mayor peso simbólico, apuntando hacia un nivel de relaciones su-
perior a la mera cooperación, que contenido, dejando abiertos la forma y
ritmo en que los acuerdos se desarrollarían.
En los dos primeros años de experiencia, de los cuarenta proyec-
tos para mejorar las conexiones entre China y Europa planteados des-
de la UEE, casi todos por empresas rusas, Pekín no aceptó invertir en
uno solo de ellos, argumentando modelos de financiación insostenibles
y perspectivas de retorno imprecisas. Un problema de raíz es que no hay
acuerdo sobre hacia qué dirección se deben dirigir esas infraestructuras
de transporte. La atención de China se centra en el corredor este-oeste,
mientras Rusia busca desarrollar el eje norte-sur desde el Lejano Oriente
Ruso hacia Asia. En ese mismo periodo, entre 2015 y 2017, China man-
tuvo su insistencia en la liberalización de mercados de manera bilateral,
pero también a través de la APEC, la OCS, así como en el marco de la
nueva relación entre la IFR y la UEE. Rusia evitó posicionarse durante
un tiempo. Finalmente, estimulados a su vez por el derrumbe del rublo,
decidió entablar negociaciones en 2016 sobre una asociación económica
y comercial integral con China en el marco de la UEE. Eso sí, Moscú in-
tegraba el acercamiento en un plan equivalente y que incorporaba a un
total de doce estados (PANOV, 2016).
En paralelo, China ha seguido trabajando en infraestructuras de
transporte y energéticas enUzbekistán,Kazajstán y Tayikistán en elmar-
co de la IFR pero producto de acuerdos bilaterales, siendo éste un ries-
go identificado previamente por algunos autores rusos (BORDACHEV,
2015). De este modo, se puede concluir que el compromiso inicial para
vincular la IFR y el UEE se sostuvo en mayor medida por sus implicacio-
nes indirectas que sobre la base de los resultados directos. Moscú, necesi-
tado de asistencia financiera y socios internacionales que contradijeran el
relato del aislamiento y fortalecieran el del Povorot k Azii, aceptaba partici-
par en la IFR y asumía el rol proactivo de China en Eurasia. China, reco-
nocía a la UEE como un socio equivalente en rango a su IFR, sin implicar
modificar sus planes originales, a la que mantenía el pulso de su proyecto
estrella, incorporando a una gran potencia a la IFR y asegurando su de-
sarrollo pacífico en Eurasia.
Conclusiones
El estímulo de la asociación estratégica entre China y Rusia desde
el otoño de 2013 y la primavera de 2014, periodos de impulso de la IFR y
estallido de la crisis de Ucrania, es apreciable tanto en el contenido, con
la firma de nuevos acuerdos e iniciativas de cooperación, como en la for-
ma, con un salto cualitativo performativo en la proyección global de su
acercamiento. Este cambio de ritmo espolea dinámicas latentes en las re-
laciones chino-rusas, lo que ha de servir para esclarecer las prioridades e
intereses de ambas potencias en sus relaciones y ámbitos de cooperación.
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Rubén Ruiz-Ramas Las relaciones China- Rusia en la era de la Iniciativa de la Franja y la Ruta: la mutua adaptación a la asimetría
Un escenario de mayor fertilidad empírica en el que los argumentos e hi-
pótesis presentes en el debate académico ganarán en precisión, alejándose
de los elevados niveles de especulación que lo han caracterizado.
En lo concerniente a la proyección política global de la asociación
estratégica, los últimos años respaldan las hipótesis que afirman su pro-
fundización, sin promocionar por ello esta relación al nivel de alianza.
Ambas potencias han exhibido, en mayor comunión si cabe, su disenso
con el orden internacional liberal bajo hegemonía estadounidense. Pu-
tin se encuentra en mejor sintonía con Xi, quien llegó al poder en 2013,
al enfrentar el unilateralismo de los EE.UU., que esconde, bajo su pers-
pectiva, una estrategia de “doble contención” verificable en la política de
sanciones a Rusia y la reciente guerra comercial con China. Principios del
Derecho Internacional asociados a la soberanía, como el de no injerencia,
tienen una presencia constante en el vocabulario diplomático de Moscú y
Pekín, percibiendo como una amenaza existencial los procesos de “cam-
bio de régimen” auspiciados porOccidente.
Siendo esto así, se ha consolidado una disociación de prioridades,
estrategias discursivas y estilos de policymaking en la política exterior de
Rusia y China. Si China orienta el conjunto de su política exterior a con-
cluir con éxito su proceso de desarrollo y modernización interior, Rusia
dedica su experiencia internacional y sus mejores recursos a su reconoci-
miento como actor global, a asegurarse un lugar como gran potencia de
ámbito global en el orden internacional que viene. En el terreno de los re-
latos, compartir el esfuerzo performativo de un ordenmultipolar implica
para Rusia y China representar roles bien distintos. Mientras Rusia aspira
con cada actuación a elevar su estatus global, China se esfuerza por conte-
nerlo. Incluso Xi,más asertivo que sus predecesores respecto a la posición
internacional que ha de corresponder a China, se mantiene fiel a las nar-
rativas del teatromultipolar. Finalmente, Rusia semuestramás asertiva y
cómoda en el conflicto, reclamando presencia en todos aquellos foros en
las que se trate una resolución de crisis internacional. Sin embargo, Chi-
na fuera de su área de vecindad rehúye la confrontación y no le importa
permanecer en un segundo plano, aun cuando posea intereses directos.
Las enmiendas compartidas por Rusia y China respecto al modelo
de gobernanza global y sus distintas prioridades en política exterior fa-
vorecen que, a pesar de divergir en sus enfoques, se complementen en el
terreno de la política internacional. Más complicado debiera ser identifi-
car esta complementariedad demutuo beneficio en el ámbito económico.
Mientras China es un entusiasta promotor de la globalización económica,
si bien domesticada, Rusia aboga por un enfoque proteccionista basado
en la substitución de importaciones. Hasta 2013, este antagonismo no
había dificultado ni intervenido seriamente en la cooperación chino-ru-
sa ni a nivel bilateral, ni en los proyectos de integración regional cuya
membresía compartían. Pero la apuesta de Xi por liderar proyectos de
expansión económica y comercial fuera de sus fronteras, en particular
con la IFR, dificultaba a Rusia converger hacia espacios de complementa-
riedad. China ha tendido a ofrecer concesiones a Rusia en la cooperación
política, no importándole participar de la teatralización esbozada por Ru-
sia de equivalencia entre las dos potencias. Pero se ha mantenido como
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estudos internacionais • Belo Horizonte, ISSN 2317-773X, v. 8, n. 3, (set. 2020), p. 28-47
un duro negociador para Rusia tanto en sus acuerdos comerciales bilate-
rales como en la conciliación de intereses en sus proyectos económicos
exteriores. La experiencia vivida para compatibilizar la IFR con la Unión
Económica Eurasiática confirma que China hace valer sus intereses eco-
nómicos aprovechando la asimetría existente, mientras Rusia se adapta a
esos intereses buscando capitalizar políticamente los pactos alcanzados,
hasta ahora con la anuencia de Pekín.
Recapitulando, las principales conclusiones del estudio se sintetizan
en tres argumentos. Por un lado, la voluntad de hacer progresar la aso-
ciación estratégica de gobernantes chinos y rusos, y en paralelo, de mini-
mizar las fuentes de conflicto entre ambas potencias, han devenido en el
avance sustancial de su cooperación. Una conclusión aplicable tanto a los
acuerdos bilaterales como de integración regional. Por otro lado, siendo
cierto lo anterior, persiste un fuerte desequilibrio entre el contenido real
de estos acuerdos y la retórica con que, especialmenteRusia, proyecta sus
relaciones con China. La tercera conclusión pasa por evidenciar que la
asimetría entre China y Rusia, a pesar de mantenerse en aumento, no ha
imposibilitado profundizar en la asociación estratégica. Un resultado fa-
vorecido por la mutua adaptación de China y Rusia a una relación asimé-
trica entre dos estados con identidad de gran potencia.Así, la dinámica de
sus relaciones advierte un intercambio tácito por el que Rusia asume que
es China quien determina la política económica y comercial de la integra-
ción euroasiática; mientras China se aclimata a las exigencias narrativas
de Rusia para sostener su relato de liderazgo político en Eurasia¸ el cual,
a su vez, es condición necesaria para postularse como polo de un mundo
multipolar. Una tolerancia a los anhelos geopolíticos rusos que no todos
en China ven con buenos ojos. No olvidan que el relato ruso contiene una
vocación performativa, esto es, que el acto lingüístico produzca realidad.
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